El sistema ticónico | ||
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Cuando me di cuenta de que la vieja disposición ptolemaica de las esferas celestes no se correspondía cabalmente con los hechos y de que el recurso a tantos epiciclos -aunque daba cuenta de la relación de los planetas con el Sol, de sus detenciones y retrogradaciones, así como en buena medida de su aparente irregularidad- era superfluo y, sobre todo, de que tales hipótesis atentaban contra los principios mismos de la disciplina al admitir indebidamente la posibilidad de un movimiento circular alrededor del de otra esfera excéntrica, que suele denominarse "ecuante" ( y no, como debiera ser, en torno a su propio centro); cuando, además reflexioné sobre la reciente innovación de Copérnico a este respecto (siguiendo a Aristarco de Samos, como puede verse en el tratado que Arquímedes dedicara al rey gedrón de Sicilia acerca de los números de arena), que -pese a eliminar cuanto de superfluo había en el sistema ptolemaico, corregir los resultados observacionales y no atentar en absoluto contra los principios de las matemáticas- atribuía a la Tierra, cuerpo pesado, perezoso y por naturaleza, inmóvil, un movimiento que nada tienen que envidiar al de esas luminarias etéreas (antes bien, es un triple movimiento), lo cual es no sólo contrario a los principios de la física, sino también a la autoridad de las Sagradas Escrituras (en las que, como luego veremos, se afirma repetidamente la inmovilidad de la Tierra); (...) cuando, como digo, reparé en los notables absurdos que entrañaba esta hipótesis, comencé a pensar seriamente en la posibilidad de inventar un nuevo sistema que observara rigurosamente los principios de las matemáticas y de la física, que no tuviera que apelar a subterfugios para eludir las censuras teológicas y que al mismo tiempo diese perfecta cuenta de los fenómenos celestes. Tycho Brahe, Sobre los recientes fenómenos del mundo etéreo (Opera Omnia, vol.IV/1, p.156; trad. de A. Elena) |
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