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1. El concepto de Revolución científica. El debate historiográfico.

 


La doble transformación del concepto de revolución


El concepto de revolución científica en la obra de T.S. Kuhn y el modelo de progreso científico.


El estudio de la Revolución científica del S. XVII como centro de las polémicas en historiografía de la ciencia. Las tesis continuistas.


Las interpretaciones alternativas actuales.  Shapin.

 


 




El objetivo de este tema introductorio es ofrecer al alumnado las primeras nociones sobre la Historia de la Ciencia del periodo de la Revolución Científica. Si bien las perspectivas historiográficas más actuales rechazan gran parte de las herramientas analíticas y enfoques explicativos de la llamada gran tradición, estas novedades se irán planteando de forma dialéctica a propósito de los debates particulares del temario propuesto. El punto de partida es el conocimiento de la Gran tradición y del papel jugado por esta en la definición de los pilares centrales de la disciplina de la Historia de la Ciencia. El conocimiento de ésta es el necesario punto de partida del Temario.
             La ‘gran tradición’ de la historiografía de la ciencia sentó sus bases sobre la crítica a la gran parte de la  historiografía en general y de la ciencia en particular a la que acusaba de estudiar el pasado en referencia al presente. En palabras de H. Butterfield,

Lo que se discute es la tendencia de muchos historiadores de escribir del lado de Protestantes y Whigs, para alabar las revoluciones que han sido exitosas y enfatizar ciertos principios de progreso en el pasado y producir una historia (story) que es una ratificación cuando no una glorificación del presente. (The Whig interpretation, 1931, Prefacio)

            Estos historiadores, más preocupados en buscar las semejanzas entre el presente y el pasado que  las diferencias, a juicio de Butterfield, lo que encuentran o ‘imaginan’ es las ‘rutas’ o anticipaciones del siglo XX, olvidando que en realidad se encuentran en un mundo diferente que han de tratar de comprender. La historia ‘whig’ es aquella que ratifica los éxitos, que recoge, ordena y clasifica los éxitos, considerando que los ‘errores’ han sido debidos a la ceguera individual, o a la obstinación o cualquier otro pecado individual en relación con la ciencia. Con el método utilizado la historia resultante es un relato que va circularmente de las asunciones a las conclusiones. Así, por ejemplo, si un historiador está convencido de que las estructuras matemáticas configuran la esencia de la ciencia madura, entonces es improbable que haga una exploración histórica que implique una refutación de la propia visión.

            Por otro lado, si bien el ideal de una ‘historia completa’ es irrealizable, Butterfield considera que el ideal de reducción y selección ejemplificado por la historiografía de tipo Whig implica la pérdida de lo esencial de los relatos históricos. Estos han de ser muy ricos en matices y con la suficiente extensión y calidad de la escritura como para que permitan captar la textura del periodo. El objetivo de los relatos históricos a juicio de la ‘gran tradición’ es expresado por Butterfield claramente en sus escritos.

La comprensión histórica real no se logra a través de la subordinación del pasado al presente, sino más bien haciendo del pasado nuestro presente y tratando de ver la vida con los ojos de otro siglo diferente al nuestro. (The Whig Interpretation, 1931, 11)

            El paralelismo de esta afirmación con las de A. Koyré o el propio T. Kuhn, al incidir en que había que ‘captar los sistemas de creencias’ del pasado o ‘había que pensar con una cabeza diferente’ para comprender las propuestas de un autor del pasado, recorre igualmente las de los otros historiadores de la 'gran tradición’. Y este tipo de comprensión se adquiere evitando preguntas del tipo ¿quién es el descubridor de tal o cual logro? Y promocionando las preguntas por los factores que incidieron en tal logro. El trasvase del interés por los individuos al interés por los factores, prácticas, creencias o valores, añadiríamos, es importante, aunque no es menos cierto que la selección es inevitable y que ésta se realiza o refleja los valores y criterios del historiador, inevitablemente influidos por el presente.

            A pesar de los esfuerzos por evitar cualquier tipo de contaminación del pasado debida a nuestros compromisos presentes, esta cuestión es inevitable. Aún más puede defenderse que el saneamiento de la disciplina que produce el ‘antiwhiggismo’ de Butterfield y todos los defensores de la ‘gran tradición’ fue un esfuerzo muy positivo. Pero no es menos cierto que el ideal de la ‘asepsia’ es inalcanzable y, por otro lado, la audiencia a la que se dirigen escritos y conferencias públicas sobre la historia de la ciencia es contemporánea, y este es un hecho a considerar. En definitiva, no se puede ser un historiador puro, antiwhiggish, en el sentido de Butterfield incluso si uno quiere serlo ya que la selección e interpretación del material con que trabaja el historiador es una cuestión inevitable y ello conlleva la presencia de criterios y valores. El propio A. Rupert Hall, en un conocido y clásico artículo sobre la interpretación whig de la historia reconoce que la propuesta metodológica de Butterfield tiene graves problemas de realización práctica, además de proporcionar una imagen un tanto ideal o distorsionada de la labor del historiador. Así advierte que la crítica de Butterfield ante la aplicación de los modelos o patrones de confección filosófica a la historia de la ciencia como un pecado whiggish más es rechazable ya que en cada caso de reconstrucción histórica el rango posible de datos es infinito, y por tanto, la selección debe realizarse, y esta debe hacerse de acuerdo con ciertos principios o patrones. Estos se irán exponiendo en los distintos temas que componen el temario.


1. Antonio Beltrán, Revolución científica, Renacimiento e historia de la ciencia. S.XXI, 1995.

Es recomendable la lectura de la Introducción donde ofrece un esbozo histórico de la disciplina y el capítulo uno en el que se analiza el concepto de revolución.

2. Thomas S. Kuhn, La estructura de las revoluciones científicas. Trad. cast., F.C.E., 1975.

Este texto es central en la historiografía y en la filosofía de la ciencia. Describe el proceso de desarrollo de la ciencia, diferenciando entre los periodos de ciencia normal y de ciencia extraordinaria.

3. Thomas S. Kuhn, ¿Qué son las revoluciones científicas? y otros ensayos. Paidós, 1989.

Esta edición incluye artículos centrales de Kuhn. En el ensayo introductorio A. Beltrán incide en el importante papel de las ideas kuhnianas en la transformación de la filosofía de la ciencia.

4. I. Bernard Cohen, Revolución en la ciencia. Trad. cast. Gedisa,1989.

Texto clásico que se propone clarificar la naturaleza de las revoluciones científicas, sus etapas y los factores creativos que generan las ideas revolucionarias.

5. Steven Shapin, La Revolución Científica. Una interpretación alternativa. Trad. cast. Paidós, 2000.

Se discuten las ideas tradicionales sobre las revoluciones científicas y valora el papel del concepto de revolución científica como una categoría historiográfica que permitió ofrecer una imagen coherente y unificada de los factores que configuraron la ciencia moderna. Propone como alternativa atender a las prácticas humanas concretas mediante las que se construyen las ideas y los conceptos.

   

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